Blog Més Enllà

Díass 47 a 55 (02-03-2015 a 10-03-2015).

Después de veinte días viajando por Camboya decidimos que ya era hora de volver a Tailandia. Habíamos pasado mucho calor por Camboya, junto con la precariedad de sus transportes, y en algunos momentos la dificultad para encontrar un complemento en la comida de los peques… además los peques tenían ganas de ir a un lugar de playa.

Si bien en un principio habíamos pensado ir a la isla de Koh Rong, al sur de Camboya, cambiamos de idea, ya tocaba cambiar de país.

Desde el sur de Camboya también se puede ir a Vietnam. Hay dos pasos fronterizos en el sur de Camboya para pasar a Vietnam: Phnom Den / Tinh Bien (en el sur de Takeo), y Prek Chak / Xa Xia (en el sureste de Kep, en Ha Tien).

Como no teníamos el visado de Vietnam, esa no era una opción, pero por unos instantes se nos pasó por la cabeza intentar sacar el visado en Phnom Penh y entrar en Vietnam por aquella zona.

Nuestra idea era ir hacia Malasia por tierra, cruzando Tailandia, y por el camino nada mejor que pasar unos días en alguna isla del sur de Tailandia. Desde allí intentaríamos entrar en Malasia por mar.

Era una buena época para viajar por el sudeste asiático, pues era época seca. Todavía faltaban unos dos meses para que llegaran las lluvias.

Había que tener en cuenta que en el sur de Tailandia el clima de la vertiente este (época de más lluvias de octubre a diciembre) es diferente del clima que hay en la vertiente oeste, en el mar de Andaman (monzón de mayo a octubre, especialmente julio-agosto-septiembre), y que en el este de Malasia el monzón dura de noviembre/diciembre a febrero, mientras en la parte occidental las lluvias más abundantes suelen ser entre septiembre y noviembre. Así pues, a principios de marzo la cuestión del tiempo pintaba bien para ir hacia el sur de Tailandia y Malasia.

Viajar en temporada seca tiene dos ventajas. La primera es que hay menos mosquitos, y para nosotros, sobre todo viajando con niños, era una cuestión importante, pues se minora mucho el riesgo de contraer alguna enfermedad tropical. La segunda es evidente: se disfruta de días soleados, sin lluvias, cuestión importante para los originarios del sur de Europa.

Así pues, finalmente decidimos despedirnos de Camboya, y desde Kep, tras remojarnos a las aguas del Golfo de Tailandia, nos dirigimos hacia Koh Kong (Krong Koh Kong), la frontera con Tailandia.

Hat Lek / Cham Yeam (Koh Kong), la frontera sur entre Tailandia y Camboya.

Salimos de Camboya por Cham Yeam (Koh Kong), un paso fronterizo poco concurrido. Desde allí nos dirigimos hacia la parte de frontera tailandesa (Hat Lek).

La entrada en Tailandia fue tranquila y rápida. A esas horas de la tarde había muy poca gente cruzando aquella frontera.

Pasados ​​todos los controles fronterizos, y con el sello de entrada en los pasaportes, caminamos unos cien metros para encontrar un transporte que nos llevara hasta Trat, la ciudad tailandesa más cercana a aquella frontera, donde hay mejores comunicaciones para ir a Bangkok.

Subimos a una furgoneta que estaba a punto de salir. La hora y media de recorrido hasta Trat resultó cómoda y pasó rápido. La furgoneta nos dejó en la estación de autobuses de Trat.

Trat, una ciudad de paso.

Queríamos ir a Bangkok, pero a esas horas de la tarde preferimos hacer noche en Trat. Tomada la decisión, subimos a un tuk-tuk para que nos llevara hasta el centro, y allí buscamos un hotel.

Después de una hora de búsqueda, escogimos una guesthouse céntrica y aceptable. La propietaria era una señora de avanzada edad, que se movía con dificultad, y que no entendía una sola palabra de inglés, pero, ayudada por su hijo, no nos costó mucho acordar el precio y que nos llevaran un colchón de más para dormir más cómodamente en la habitación.

Cansados ​​por todo el día de viaje (Kep – Sihanouville – Koh Kong / Hat Lek – Trat), y después de dejar las mochilas en la habitación de la guesthouse, fuimos a buscar un restaurante para cenar. Localizamos uno rápidamente, y mientras esperábamos que nos trajeran la cena, aprovechamos la wifi del restaurante para conectarnos y reservar un hotel en Bangkok. Era un hotel con piscina que estaban terminando de construir en la zona de Khao San, y tenía unos precios muy bajos (lo habíamos visto la última vez que estuvimos en Bangkok y nos habíamos anotado sus datos). Era el regalo para los peques después de tres semanas viajando por Camboya en que se habían llevado como unos campeones. Ferran y Ona se pusieron muy contentos al saber que al día siguiente en Bangkok el hotel donde nos alojaríamos tendría piscina.

Bangkok, cruce de caminos.

Un tuk-tuk nos llevó hasta la estación de autobuses de Trat, donde cogimos un bus que en seis horas y media (teóricamente debía tardar cinco horas) nos llevó hasta la «nord bus station» de Bangkok. Un bus local nos dejó cerca del hotel que habíamos reservado. Debido al intenso tráfico que encontramos a aquellas horas, tardamos una hora y media para llegar al hotel.

A los pocos minutos de hacer el «check-in» ya estábamos todos en la piscina disfrutando de los últimos momentos de la tarde con un refrescante baño.

Pasamos unos días en Bangkok dedicando más horas a los estudios de los peques, haciendo visitas a la piscina del hotel, y decidiendo el recorrido de las próximas semanas.

El itinerario que decidimos pasaba por las islas del Sur de Tailandia, las islas del norte de Malasia, y luego la península malaya, para llegar finalmente hasta Singapur.

La pequeña isla de Koh Lipe.

De entre todas las islas tailandesas escogimos la pequeña isla de Koh Lipe, situada en el mar de Andaman, a unos 70 kilómetros de la costa sureste tailandesa, y muy cerca de la frontera con Malasia.

Un bus nos llevó desde Bangkok hasta Satun, donde subimos a la parte trasera de una pick-up que nos llevó hasta el puerto de Pakbara. Allí una barca rápida nos llevó navegando hasta el embarcadero de Koh Lipe. En este embarcadero hay que coger una barca a motor que te lleva a la parte de la isla donde quieres ir.

Nosotros decidimos ir a la parte este de la isla (Sunrise Beach), una de las zonas más tranquilas del pequeño islote.

La barca nos dejó en la playa, y Ferran y yo fuimos a buscar hotel. Mientras buscábamos un hotel un perro dio un susto a Ferran, haciéndole un agujero en los pantalones, pero por suerte no le hizo ninguna herida. El perro huyó corriendo cuando me vio ir hacia él gritando.

Los hoteles de Koh Lipe resultan caros teniendo en cuenta el nivel medio tailandés. Escogimos un hotel de bungalows frente a la playa. La habitación era muy básica pero estaba frente a la playa, y poco más había para elegir.

Pasamos cuatro días en Koh Lipe, un lugar ideal para disfrutar de la tranquilidad que ofrecen sus playas de arena blanca y aguas transparentes.

La isla de Koh Lipe es muy pequeña. Desde la playa del este (Sunrise Beach) en la playa del oeste (Pattaya Beach), pasando por toda la calle principal de la isla (Walking Street), se tarda menos de media hora (yendo a pie) . En la isla no hay coches, sólo algunas motos y unos pequeños motocarros que hacen de taxis.

Los Moken, conocidos como «gitanos del mar».

Toda la zona del mar de Andaman es habitat de la etnia Moken. Este grupo étnico engloba a unas 2.000 o 3.000 personas, grandes conocedores del mar, muchos de los cuales aún mantienen una cultura nómada. En Birmania se les llama Selung, Salone o Chalome, y Tailandia son conocidos como Chao Ley (gente de mar) o Chao Nam (gente del agua). Los Moken también son conocidos como «gitanos del mar».

En Koh Lipe se encuentran algunos Chao Ley, los cuales pueden hacer de guías y llevar a visitar diferentes lugares con sus barcas.

Los Chao Ley que viven en Koh Lipe hablan el tailandés, si bien conservan su propio idioma.

Este grupo étnico fue objeto de atención por parte de los medios de comunicación a raíz del tsunami del Océano Índico del año 2004, que causó miles de muertos, debido a la baja mortalidad que hubo entre los Moken. Los Moken no tienen escritura, transmiten su cultura oralmente, y entre las historias que se transmiten entre generaciones hay una que habla de «la ola que se traga la gente», en que se dice que viene precedida por un rápido y profundo retroceso del nivel del mar. Esta historia, conocida por todos los Moken, fue la causa de que a los primeros indicios huyeran todos rápidamente tierra adentro para protegerse del inminente tsunami.

Conocimos un Chao Ley, llamado Win, que tiene una cabaña en el extremo sur de la Sunrise Beach. Con su barca hace salidas para ir a hacer snorquel y/o pescar.

Cada noche íbamos a cenar a un restaurante situado frente a la playa, muy cercano al hotel. Desde la terraza del restaurante la negra noche sólo era iluminada por las antorchas que ponían clavadas en la arena de la playa, y por la luz de la luna.

Las olas del mar era el único ruido que se oía durante la noche.

Durante la tarde, cuando la marea estaba baja, nos bañábamos rodeados de pequeños peces de colores, que acudían cuando Ferran y Ona les daban de comer pan y plátanos.

Pasamos unos días muy relajados en esa isla. Por la noche, en la orilla del mar, pudimos ver el fenómeno de la bioluminiscencia (si bien muy poquito): pequeños puntos de plancton que al mover el agua producen luz. Los peques se lo pasaron muy bien cogiendo esos pequeños puntos de luz.

Nos vamos de Koh Lipe (Tailandia) hacia Malasia.

Koh Lipe, a pesar de ser una isla de reducidas dimensiones, tiene una oficina de inmigración que permite salir de Tailandia para ir a Malasia. Aprovechamos esta circunstancia para coger un ferry y entrar en Malasia por la isla de Langkawi.

Como la isla es pequeña, sus infraestructuras son las básicas y necesarias, por lo que para ir a Malasia hay que estar en la pequeña oficina de inmigración al menos una hora antes de que salga el ferry, pues el poco personal de la oficina no tiene tiempo de ir más rápido en la gestión de los documentos.

Subimos a una barca que nos llevó hasta el embarcadero, y allí el ferry puso rumbo a Malasia, alejándose de las aguas turquesas y transparentes de aquella pequeña isla paradisíaca. Nos esperaba otra isla, una isla más grande, otro país, otra moneda, un cambio de horario (una hora más en Malasia), otras costumbres…, pero comenzaríamos poco a poco, en un ambiente similar al que dejábamos, en una nueva playa, quizá menos turquesa y menos transparente, pero donde el cambio de país no se haría evidente de forma repentina…